miércoles, 9 de febrero de 2011

ÚLTIMOS TIEMPOS

La mayoría de las personas identifica equivocadamente los “Últimos Tiempos” con el “Fin del Mundo”. Esto se debe no solo a que la palabra “último” evoca lo postrero y más remoto, sino a que en occidente prevaleció la interpretación post-agustiniana que no se explicaba la concreción de que Jesucristo vaya a reinar por “mil años” en este mundo.

La culpa es de San Agustín quien, en su obra “La Ciudad de Dios”, tratando de combatir la herejía de Cerinto, espiritualizó tanto el Reino de Cristo, que llevó a que sus intérpretes confundieran el Fin de los Tiempos con el Fin del Mundo, y el Reino de Cristo con el Cielo.

Cerinto imaginaba el Milenio como una serie interminable de fiestas y banquetes, lo cual en la Iglesia se llamó posteriormente “milenarismo craso” o “carnal”, y es precisamente lo que condena el Magisterio.

En la misma línea, la teología, pensando que un “milenarismo” radical podía llevar a cierto materialismo, puso más énfasis en la explicación de que el Reino de Cristo se desarrolla incoadamente en el interior del hombre y de que solo se realizará plenamente en el Cielo.

Pero ésta es precisamente una lectura materialista que tergiversa la interpretación en su conjunto siendo que, en el género apocalíptico, “mil años” significa lapso de tiempo “largo”, además de que existen pasajes paralelos que apuntan a la realización espacio temporal del Reino y de que no se ven razones para descartar que ese Reino pueda durar efectivamente mil años.

Por el contrario, los primeros Padres de la Iglesia concebían los Últimos Tiempos como el período de purificación que precede al retorno glorioso de Cristo, quien volverá para derrotar el mal y reinar en el mundo por un período de tiempo amplio.

En este sentido, los Últimos Tiempos son el periodo de la siega donde el trigo y la cizaña son separados después de haber crecido juntos a lo largo de la historia. Los Últimos Tiempos son la purificación global antes del Retorno de Cristo. Los Últimos Tiempos son el final de la historia humana como la conocemos hasta ahora, antes de que el mundo y la naturaleza humana sean completamente renovados, cumpliéndose así el designio original de Dios.

Las palabras de San Mateo “como no la ha habido ni la habrá jamás”, referidas a la Gran Tribulación (Mt 24, 21), infieren claramente que la historia humana continuará después de los Últimos Tiempos y que una purificación de este tipo no volverá a suceder.

Sorprendentemente, el Papa Juan Pablo II rescató la interpretación original cuando, en una de las primeras catequesis de este milenio (14-02-2001), al analizar el Apocalipsis a la luz del gran teólogo San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, explicó que la “recapitulación” de todas las cosas en Cristo se realizará en esta historia y en esta Tierra, si bien totalmente transformadas.

Dice el Papa, citando en algunas partes el propio Catecismo de la Iglesia Católica, “Al final de esta batalla, cantada en algunas páginas admirables por el Apocalipsis, Cristo cumplirá la «recapitulación» y quienes estén unidos a Él formarán la comunidad de los creyentes que ya no será herida por el pecado, por las manchas y por el amor propio que destruye y hiere la comunidad terrena de los hombres.”

Las palabras “comunidad de los creyentes” se refieren necesariamente a nuestra realidad espacio temporal, ya que en el Cielo no existe la virtud de la fe.

Como resultado de una hermenéutica errada, muchos esperan que la manifestación gloriosa de Jesucristo acontezca en coincidencia con el Fin del Mundo y el Juicio Final. Pero teológicamente eso está equivocado.

Según el Apocalipsis, el Juicio final y definitivo se dará, sí, al final de la historia humana, pero la Parusía o Retorno glorioso de Jesucristo se coloca al inicio de un largo período de paz y de bienestar universal, que es inaugurado por la condescendiente aparición del Señor de la historia al final de la Gran Tribulación, purificación global que sella los Últimos Tiempos.

En sentido amplio, podemos estar seguros de que los Últimos Tiempos comenzaron ya con el retorno de los judíos a la tierra prometida, hecho que fue profetizado cientos de años antes de Cristo (Ez 37:21). Lo que falta, es saber cuándo comienzan los últimos siete años de este periodo, los de la “Gran Tribulación” descrita por los profetas Daniel, Isaías, Zacarías, por los Sinópticos y por Pablo de Tarso.

En efecto, los acontecimientos de mayo de 1948 y la guerra de 1967 nos dieron la certeza de estar viviendo ya los Últimos Tiempos en sentido amplio, quedando únicamente por determinar el sentido estricto, es decir, el comienzo de la Gran Tribulación, comúnmente conocida como la “semana de Daniel” en la que un día corresponde a un año.
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Extraido del sitio web: www.ultimostiempos.org
 


domingo, 19 de septiembre de 2010

Vision del Infierno por Santa Faustina Kowalska

“Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido.
Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.
Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados”.
Fuente:

sábado, 18 de septiembre de 2010

Profecia del Padre Pio sobre la Segunda Venida de Cristo

"Precedido de tormentas, vientos desencadenados y terribles terremotos, que abrirán la tierra y la harán temblar, yo vendré una noche, durante los fríos meses de invierno, a este mundo cargado de pecados: rayos y centellas, salidos de incandescentes nubes, encenderán y reducirán a cenizas todo lo que está contaminado por el pecado.
La destrucción será total.

El aire envenenado de gases sulfurosos y levantando asfixiantes humaredas, será llevado a grandes distancias por las ráfagas del viento. Las obras levantadas por el hombre con espíritu loco y atrevido de adoración a sí mismo, queriendo demostrar su ilimitado poder, serán aniquiladas. Entonces la raza humana comprenderá que hay una voluntad muy superior a la suya, que destruirá sus vacíos alardes de vanagloria.

Rápidamente, cerrar vuestras puertas y ventanas, tapar toda vista del mundo exterior durante el más terrible de los acontecimientos; no profanéis vuestra vista con miradas curiosas porque santa, santa es la ira de dios. La tierra será purificada para vosotros, los restos del fiel rebaño".


"Encomendaos a la protección de mi santísima madre; no os desaniméis a pesar de lo que viereis y oyereis; es una ficción del infierno que no os podrá hacer ningún daño. Cobijaos en constantes oraciones bajo la protección de mi cruz e invocar a los ángeles de vuestras almas. Luchad con confianza en mi eterno amor y no dejéis que se levanten en vosotros dudas acerca de vuestra salvación. Cuanto más firme y perseverantemente permanezcáis en mi amor, tanto más seguramente os defenderé contra todo daño. Luchad por las almas amadas de mi corazón".

"Perseverad por una noche y un día y por una noche y un día, y a la siguiente noche se calmarán los terrores. . . Al amanecer del próximo día el sol brillará otra vez y su calor y su luz disiparán los horrores de la oscuridad. Aceptad la nueva vida con humilde gratitud. Vividla con sencillez y gratitud en paz y amor, según mi intención. Orad y sacrificaos para que vuestro sacrificio produzca abundantes frutos de bendición y para que florezca una raza nueva que alegre vuestros corazones . . . "

"El mundo os llamará fanáticos, locos y criaturas miserables; amenazarán haceros vacilar en vuestra constancia con su elocuencia engañosa. Y los tramposos intrigantes del infierno intentarán ganaros con sus astutos engaños. Luchad con humildad y silencio; combatir con las almas de las buenas obras; oración, sacrificios y con la convicción interior del deber. Buscad refugio en la madre de la gracia, para que el flagelo inevitable resulte una victoria sobre el infierno y para que mis ángeles puedan dar la bienvenida en las eternas venturas del padre a las ovejas penitentes . . . "

Mensaje tomado de su testamento y hecho distribuir por los sacerdotes franciscanos a todos los grupos de oración católicos en el mundo, ya desde la Navidad de 1990:

"La hora del castigo está próxima, pero yo manifestaré mi misericordia.
Nuestra época será testigo de un castigo terrible. Mis ángeles se encargarán de exterminar a todos los que se ríen de mí y no creen a mis profetas. Huracanes de fuego serán lanzados por las nubes y se extenderán sobre toda la tierra.

¿Temporales?, Tempestades, truenos, lluvias ininterrumpidas, terremotos cubrirán la tierra. Por espacio de tres días y tres noches la una lluvia ininterrumpida de fuego seguirá entonces, para demostrar que dios es el dueño de la creación.

Los que creen y esperan en mi palabra no tendrán nada que temer, porque yo no los abandonaré, lo mismo que os que escuchen mis mensajes. Ningún mal herirá a los que están en estado de gracia y buscan la protección de mi madre.
A vosotros, preparados a esta prueba, quiero dar señales y avisos. La noche será muy fría, surgirá el viento, se harán... Y truenos.

Cerrad todas las puertas y ventanas. No habléis con ninguna persona fuera de la casa. Arrodillaos ante vuestro crucifijo. Arrepentios de vuestros pecados. Rogad a mi madre, para obtener su protección. No miréis hacia fuera mientras la tierra tiembla, porque el enojo de mi padre es santo. La vista de su ira no la podríais soportar vosotros.
Los que no presten atención a esta advertencia, serán abandonados e instantáneamente matados por el furor de la cólera divina.

El viento transportará gases envenenados que se difundirán por toda la tierra.
Los que sufran inocentemente serán mártires y entrarán en mi reino.
Después de los castigos, los ángeles bajarán del cielo y difundirán el espíritu de paz sobre la tierra.

Un sentimiento de inconmensurable gratitud se apoderará de los que sobrevivan a esta terrible prueba.

Rezad piadosamente el rosario, en lo posible en común o solos.
Durante estos tres días y tres noches de tinieblas, podrán ser encendidas sólo las velas bendecidas el día de la candelaria (2 de febrero) y darán luz sin consumirse."
Sermón “El Juicio Final” del Santo Cura de Ars

Entonces verán al Hijo del hombre viniendo con gran poder y majestad
terrible, rodeado de los ángeles y de los santos.(S. L.uc. XXI, 27.)
No es ya, hermanos míos , un Dios revestido de nuestra flaqueza, oculto en
la oscuridad de un pobre establo, reclinado en un pesebre, saciado de
oprobios, oprimido bajo la pesada carga de su cruz; es un Dios revestido
con todo el brillo de su poder y de su majestad, que hace anunciar su
venida por medio de los más espantosos prodigios, es decir, por el eclipse
del sol y de la luna, por la caída de las estrellas, y por un total trastorno de
la naturaleza. No es ya un Salvador que viene como manso cordero a ser
juzgado por los hombres y a redimirlos; es un Juez justamente indignado
que juzga a los hombres con todo el rigor de su justicia. No es ya un Pastor
caritativo que viene en busca de las ovejas extraviadas para perdonarlas;
es un Dios vengador que viene a separar para siempre los pecadores de los
justos, a aplastar los malvados con su más terrible venganza, a anegar los
justos en un torrente de dulzuras. Momento terrible, momento espantoso,
¿cuándo llegarás? Momento desdichado ¡ay! quizás en breve llegarán a
nuestros oídos los anuncios precursores de este Juez tan temible para el
pecador. ¡Oh pecadores! salid de la tumba de vuestros pecados, venid al
tribunal de Dios, venid a aprender de qué manera será tratado el pecador.
El impío, en este mundo, parece hacer gala de desconocer el poder de
Dios, viendo a los pecadores sin castigo; llega hasta decir: No, no, no hay
Dios ni infierno; o bien: No atiende Dios a lo que pasa en la tierra. Pero
dejad que venga el juicio, y en aquel día grande Dios manifestará su poder
y mostrará a todas las naciones que Él lo ha visto todo y de todo ha llevado
cuenta.
¡Qué diferencia, hermanos M., entre estas maravillas y las que Dios obró al
crear el mundo! Que las aguas rieguen y fertilicen la tierra, dijo entonces el
Señor; y en el mismo instante las aguas cubrieron la tierra y la dieron
fecundidad. Pero, cuando venga a destruir el mundo, mandará al mar
saltar sus barreras con ímpetu espantoso, para engullir el universo entero
en su furor. Creó Dios el cielo, y ordenó a las estrellas que se fijasen en el
firmamento. Al mandato de su voz, el sol alumbró el día y la luna presidió
a la noche. Pero, en aquel día postrero, el sol se obscurecerá, y no darán